Camilo Castillo Limarí, administrador público: “El país puede ser mejor en función del compromiso que cada uno de nosotros asuma desde donde está"
Camilo es el hijo menor de una familia trabajadora de La Ligua, pero no por ser el más pequeño de entre sus hermanos no iba a permitirse mirar más alto y más lejos. Por vocación, se interesó desde temprano por la gestión pública, las normas, el servicio social, incluso la política, desde una mirada de la administración del estado, lo que lo llevó a estudiar la carrera de Administración Pública en el Campus Santiago de la UV.
Es decir, decidió no estudiar en Valparaíso, ni en una ciudad más cercana —“hubiera sido más fácil”, dice—, sino en Santiago, para conocer la gran ciudad, los contrastes de una metrópoli como la capital respecto de la vida apacible de una ciudad de provincia. Si estudiaba, además, una carrera con un componente público tan relevante pensaba que al estar en Santiago, más allá de la experiencia de vida que iba a significar, podría conocer más de cerca las instituciones públicas de la administración del Estado. Y no se equivocaba.
La Ligua y Santiago no son ciudades lejanas en el mapa, tampoco lo sean probablemente en temas de transporte, pero el día a día de la plácida vida liguana se extrañaba. La casa donde viven los liguanos que estudian en Santiago, sin embargo, se iba a transformar en el nuevo hogar de Camilo, el recinto de acogida de esas noches eternas de estudio, de las conversas con los amigos de toda la vida, de los relatos de sus andanzas infantiles por los pagos de Petorca, y en el entorno, el bullicio de gran ciudad ajena que había que descubrir y querer como a la propia hasta transformarse en el espacio amable de los nuevos derroteros y amistades, la nueva vida de los jóvenes de La Ligua.
Inquieto, sencillo, amable, Camilo es el típico profesional esforzado que ha conquistado lo que ha querido por sus propios logros, su perseverancia, su inteligencia y bonhomía; el cariño por su tierra y su cultura, y por supuesto una sencillez a prueba de éxitos. Sorprende la claridad en su declaración de objetivos plasmados en su currículum, la noción de crear valor en las instituciones públicas relevando un alto grado de compromiso, reflexión, creatividad, innovación y prospectiva, como sabiendo desde temprano los recovecos de una profesión que pone en relieve los valores de la inclusión, la ética, el ejercicio de una disciplina por el bienestar de los demás, en la construcción de un mundo más justo y fraterno, el fundar una sociedad más solidaria y tolerante.
En su breve periplo laboral, Camilo Castillo Limarí, junto con actualizar sus conocimientos en cursos y diplomados abordando distintas disciplinas, desempeñó sus primeros trabajos profesionales en las municipalidades de Papudo y Zapallar, en áreas de compras, abastecimiento y finanzas; colaboró con empresas comerciales en temas de marketing, y en plena época de pandemia le correspondió trabajar en la oficina provincial de la Seremi de Salud en La Ligua, lo que constituyó una tremenda experiencia para el joven profesional. Desde el año pasado asumió responsabilidades como jefe de Gabinete de la Delegación Provincial de Petorca, lo que le ha permitido, dada su cercanía con la autoridad, desplegar un trabajo mucho más amplio en el territorio, temas propios de gobierno interior, que lo ha llevado a recorrer y sumergirse en cada rincón de la provincia, conocer a fondo su realidad, que no es distinta a la realidad de cualquier provincia de nuestro país, lo que en definitiva vendría a ser el corazón del Estado en los territorios, la bajada concreta de los servicios públicos en el país real.
“Ha sido eso lo que más me ha gustado en el trabajo de terreno, conocer a la gente, levantar necesidades, identificar las brechas de desarrollo, llevar el Estado a cada rincón de las comunas, estar en el Chile real, conversar con los vecinos y tratar de comprender”, asegura con emoción Camilo. “Hoy quiero averiguar más sobre mi origen, entiendo que el apellido Limarí es aimara y siento un gran orgullo de llevarlo, quiero conocer a mis ancestros, de dónde vienen, quiénes fueron, porque Chile es un país mestizo. Tuve grandes profesores, una formación con un sello que me ayudó no sólo a ser un buen profesional sino a tener la capacidad de amar mi trabajo, de sentir empatía por la gente, de ponerme en el lugar del otro, de ser una persona conectada con mi tierra y sus problemas, por eso me siento orgulloso de ser lo que soy, de haber vuelto a La Ligua a trabajar por los míos. Haber conociendo a fondo Santiago también me permitió darme cuenta de que el territorio va más allá de los cerros, y que el país puede ser mejor en función del compromiso que cada uno de nosotros asuma desde donde está”.